Mariana de Jesús: la santa barroca quiteña y símbolo de la identidad ecuatoriana
- Reconstruyendo el pasado
- 20 jul 2020
- 16 Min. de lectura
Actualizado: 8 ene 2022

1: EL BARROCO: UN ESTILO DE VIDA.
El cristianismo es la religión predominante en Occidente y como tal, ha dejado una profunda huella en su cultura y sociedad;[1] durante muchos siglos configuró la cosmovisión de este sector y sus preceptos eran entendidos como verdades absolutas. En este sentido, hay que destacar el siglo XVII, época, que la historiografía acuñó el término barroco para denominarla.[2]
Dicha etapa, ha sido profusamente analizada y teorizada por múltiples estudiosos; en el ámbito académico se da relevancia al criterio elaborado a finales del decimonónico, que definió a este periodo, como una mezcla de angustia social y psicológica, a raíz de los principios contradictorios que existían: por un lado, la ciencia empírica y por el otro, la fe cristiana.[3]
En conclusión, el barroco europeo fue el resultado de “la fusión de una Edad Media (teocéntrica) y de un Renacimiento (antropocéntrico)”.[4] En este contexto, toda expresión arquitectónica, artística y literaria[5] que se manifestó en aquel momento, también se denominó con este epíteto, que etimológicamente se acerca a la expresión horror vacui (horror al vacío).[6]
El barroco como estilo artístico, es considerado la representación tangible de todos sus postulados ideológicos;[7] así transgredió las formas clásicas retomadas en el Renacimiento, tuvo una función más de adoctrinamiento que de eclosión de la belleza y su temática fundamentalmente religiosa, pone en evidencia su tendencia represora a la libertad creativa.[8]
Las características enlistadas, fueron las que facilitaron en el ámbito hispanoamericano la tarea de evangelización; además, su efecto educativo y modelador del pensamiento consintió un cambio de paradigma sobre algo que aludía a la realidad, pero no a la vernácula sino a la hispánica,[9] de esta manera fue posible la inserción de parámetros europeos en la idiosincrasia indígena.[10]
No obstante, este hecho condujo a una serie de comportamientos contradictorios,[11] ya que las diferencias entre el “Viejo” y el “Nuevo” Mundo eran significativas y la imposición de una ideología totalmente disímil a los naturales generó “una interrupción en el proceso de su propia evolución histórica, para continuar subsistiendo dentro de la historia que no les pertenecía”.[12]
De esta manera, la conducta que caracterizó a la sociedad barroca en el contexto americano, fue su exacerbado conservadurismo pero de forma simultánea y paradójica, su gran inconformidad por ese modus essendi,[13]es decir era una colectividad fundada y basada en la inconsistencia.[14] Por ejemplo, la Iglesia exaltaba la importancia de cumplir el voto de pobreza, pero todas las manifestaciones religiosas eran de gran talante y lujo (pompa barroca); las homilías de los presbíteros hacían hincapié en la necesidad de seguir el camino de santidad, pero la sociedad vivía en un constante devenir anárquico, todos estos antecedentes dan pauta para afirmar que esta fue la época de un catolicismo teatral.[15]
Sin embargo, el barroquismo es un concepto que sin duda forjó la identidad de la América Hispana; quizás su esencia contradictoria, fue lo que posibilitó el desarrollo de ese difícil entorno, en donde parece que importaba más lo que se simulaba realizar, que lo que en realidad se hacía.[16]

2.- EL BARROCO HUMANIZADO EN LA FIGURA DE MARIANA DE JESÚS.
Una de las temáticas de mayor incidencia en la historia del cristianismo, ha sido el de la santidad, la cual apela al modus vivendi apropiado (el camino a seguir).[17] Cabe aclarar que dicho arquetipo ha ido variando a través de los años;[18] por ejemplo, en la segunda mitad del decimonónico, la Doctora de la Iglesia, Teresa de Lisieux afirmó “ser santo consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, y confiados -aun con nuestro cuerpo- en su bondad paternal." Para la carmelita francesa uno la consagración no es al sufrimiento sino al amor.”[19]
Pero retrocediendo en el tiempo, al período que concierne a la presente investigación, este concepto era concebido como un estilo de vida, enmarcado en la aceptación e internalización de que el padecimiento intenso en la existencia terrenal, era el vehículo conductor hacia el placer de la eternidad.[20] Una breve retrospectiva permite patentizar que la mayoría de santos católicos provienen de Europa, pero la conquista de las Indias Occidentales y el proceso de evangelización, puso en escena la aparición de personajes americanos, que con el pasar de los años han sido canonizados; ese es el caso de Mariana de Jesús que se convirtió a mediados del siglo XX en la primera santa ecuatoriana.[21]
Muchas teorías se han entretejido en torno a la vida de esta mujer, algunas un tanto controversiales.[22] Sin embargo, para entender su accionar es imperante remitirse al contexto en que se desarrolló, es decir al Quito de principios del siglo XVII, la cual era una pequeña villa enclavada en medio de los Andes septentrionales justo al pie del volcán Pichincha, donde el sol alboreaba por el este iluminando sus estrechas calles empedradas y la cotidianeidad sólo se veía perturbada por el ruido de las campanas, que anunciaban el santo oficio a sus habitantes.
Aquí la Iglesia y Corona española operaban interdependientemente y la religión llegó a constituirse en el alfa y omega de este universo andino, lo que produjo que la mayoría de fenómenos enigmáticos se expliquen desde un punto de vista místico.[23] Esta cosmovisión era perceptible de forma material en su arquitectura, ya que la ciudad estaba conformada por una significativa cantidad de edificios clericales y aparentaba ser un gran convento, condición que conllevó a que se le adjudique el apelativo de “Claustro de América”.[24]
En este punto, es necesario abrir un paréntesis y traer a colación al presidente de la Real Audiencia durante esos años, ya que encarna el “comportamiento barroco” a la perfección, el hispalense Antonio de Morga y Garay.[25] Antes de su llegada a Quito, se desempeñó como alcalde del crimen en México y teniente general en Filipinas;[26] aparentaba ser un ferviente católico y forjó estrechos vínculos con las distintas órdenes regulares, pero en su sed de poder, ejerció presión en la máxima autoridad eclesiástica, el Obispo Alfonso Fernández de Santillán y logró controlar asuntos netamente clericales, como la manera de realizar ceremonias en la catedral.[27]
Sin embargo, su fútil moralidad cristiana era vox populi entre los pobladores y muchas acusaciones se vertieron sobre el magistrado, como se puede evidenciar en una carta remitida en 1620 por Juan García de Solís al Concejo de Indias: “De sus desobediencias se dicen muchas cosas y lo que con más certidumbre se trata, es que se envolvió con una doncella y porque su trato fuera adelante, la casó con un criado suyo y la tuvo mucho tiempo en su casa, ahora tiene otra que desde niña la crió y fuera de su casa tiene otras dos y de la una de ellas un hijo y a su padre de esta, trae ocupado en comisiones.”[28]
Para indagar el comportamiento de Morga, se requirió la presencia de Juan de Mañozca, quien arribó a Quito en calidad de visitador de la inquisición[29] y estuvo largo lapso en la ciudad;[30] pero a pesar de esta intervención y las férreas imputaciones contra el caudillo, hay constancia de en 1634 continuaba en su cargo de Presidente, ya que ese año le dirigió un mensaje al Rey, en el cual solicitó permiso para jubilarse.[31] Dentro de la presente investigación no se entrarán en más detalles, pero este breve repaso permite vislumbrar como permeó el espíritu barroco en la sociedad.
Prosiguiendo con el tema central de la investigación, Mariana de Paredes y Flores nació el 31 de octubre de 1618, sus padres de origen ibérico[32] tuvieron 7 hijos antes de ella y durante los pocos años que estuvo bajo su tutela, cultivaron su espíritu en virtudes y procuraron llevarla por el camino de la santidad. Sin embargo, quedó huérfana a tierna edad y pasó al cuidado de su hermana mayor llamada Jerónima y de su esposo, el capitán Cosme de Caso; esta pareja tenía dos hijas contemporáneas a Mariana, llamadas María y Juana y una menor Sebastiana, quien emuló muchas de las acciones de su tía, por lo que hubo intentos de beatificarla.[33]
Desde pequeña Mariana tuvo varios arranques piadosos, con seguridad influenciada por el tipo de valores que recibió; por ejemplo, una vez fue pillada azotándose, por el mayordomo de la hacienda familiar de los Caso, en otra ocasión intentó huir a Mainas para evangelizar a los indígenas. Estas ideas, aunque eran vistas como benévolas, preocupaban a sus tutelares, quienes querían proteger su integridad, por lo que se dispusieron a buscar conventos, creyendo que ella tenía vocación para adherirse a uno.[34]
No obstante, varias situaciones la llevaron a no ingresar en ninguna casa de clausura y resolvió retirarse en su hogar y consagrar su vida en medio de la sociedad. Es importante acotar que si se unió a la Orden de San Francisco como terciaria;[35]su filiación a esta hermandad revela su versión más humana, la cual es palpable en la caridad con los pobres y el amor a la naturaleza.[36]
Adicionalmente, hay que enfatizar su predilección por los jesuitas, ya que todos sus guías espirituales pertenecieron a esta congregación: el primero fue Juan Camacho, quien al poco tiempo de conocerla quedó pasmado por su comprensión de los divinos misterios, lo que de forma probable ocasionó que la viera como una potencial santa, por lo cual se propuso dirigirla.[37]Este presbítero es considerado por la historiografía como el “Padre de su alma” [38] y ostenta el mérito de ser su mentor más importante, los demás sólo continuarían la obra que él inició.[39]
Fue sucedido por el Padre Antonio Manosalvas, quien tuteló a Mariana por siete años y significó en su vida, la época de consolidación; mientras que ella fue para él, tanto maestra como discípula. Le siguió el Padre Luis Vásquez, con quien la santa nunca encontró alivio a sus dudas y tribulaciones.[40] El último guía fue el Hermano Hernando de la Cruz,[41] quien concluyó su dirección espiritual de forma apropiada, lo que siglos más tarde permitió su canonización, a él se le imputa la autoría de un lienzo que la retrata y del que se dice es su vera effigies.[42]
Las diversas hagiografías[43]en torno a la santa, indican que hizo voto de castidad a la edad de siete años, para guardarle fidelidad a Cristo y tomarlo como su Esposo Divino (Sponsa Christi); a los diez apartó de sí todo objeto superfluo o que delatara su procedencia aristocrática para dar cumplimiento al voto de pobreza. Además, su comprensión de la Biblia estuvo influenciada por el ascetismo ignaciano[44] y el entorno en que se desarrolló, le generó una visión que tenía como eje cardinal la penitencia como medio para la redención.[45]
Hay que subrayar que en la religión cristiana, Dios Hijo encarna el modelo más perfecto de santidad, en función de su decisión de ser víctima voluntaria para eximir los pecados de los seres humanos y asegurar su perpetuación; por lo que emular este tipo de acciones, es lo que más parangona a las personas a Jesucristo.[46] Este punto es de gran importancia para comprender el modus operandi de la mente de Mariana, en quien, el ortodoxo entorno generó las condiciones más propicias para creer que estaba “destinada” al sacrificio.
Como se mencionó de forma previa, el barroco tanto en Europa como en América se caracterizó por su actitud patética y pesimista ante la vida, lo que favoreció el interés por la muerte.[47] Dicho particular y la gran devoción de Mariana por el tema de la Pasión de Cristo, la cual estaba dada por su estrecha vinculación con la Orden que fundó Ignacio de Loyola[48]dio como resultado un apasionado deseo por ser imagen viva del hijo de la Virgen, procurando imitarlo a través de la mortificación (Imitation Christi).[49]
Por lo acotado, no deberían extrañar sus severas prácticas expiatorias,[50] esto sólo revela los preceptos y el código de valores impuesto en el período barroco; en la psiquis de Mariana, ese vehemente sentimiento de penitencia, se explica en la intención de redimir sus pecados y los de sus paisanos, entre ellos los de Antonio de Morga, de quien fue contemporánea.[51]
Entre la sociedad quiteña llegó a ser muy conocida y era mencionada con grandilocuencia; en la cuaresma del año 1645, Riobamba quedó destruida por efectos de un fuerte terremoto y de forma simultánea en Quito se produjo una epidemia de garotillo y alfombrilla que diezmó a la población.[52] Los quiteños temiendo correr con la misma suerte de la vecina ciudad, se volcaron a hacer grandes e impresionantes procesiones para que Dios les socorra y perdone sus pecados, según las crónicas, la ciudad era una escena apocalíptica ya que por doquier se veía llanto desolación y muerte. [53]
Durante varios domingos el diestro orador Padre Alonso de Rojas, predicó sobre los desastres que acontecían en el poblado y en la misa del 26 de marzo de 1645 se dirigió al Santísimo y ofrendó su vida a cambio del cese de las desgracias. Entre la multitud estaba Mariana de Jesús quien en voz alta se entregó, aludiendo que la vida del presbítero era más importante que la suya.
A partir de ese suceso nunca más salió de su retiro y según diferentes testimonios, sufrió terribles dolores hasta que el viernes 26 de mayo de 1645 expiró. Sus exequias fueron celebradas con mucha suntuosidad y toda la ciudad acudió, inclusive las más altas dignidades de la junta clerical y secular.[54]
Uno de los capítulos, más divulgados en torno a Mariana de Jesús señalan que para dar alivio a sus males, se le practicaron sangrías regularmente; después la india Catalina, quien era su sirvienta más allegada, echaba esta sangre en la tierra del patio de su casa y tras la muerte de la joven, en este preciso lugar brotaron tres ramas de azucena cada una con su flor, de ahí que se le conozca como la Azucena de Quito.[55]
3: LA AZUCENA DE QUITO: SANTA, HEROÍNA, PROYECTO POLÍTICO Y SÍMBOLO DE LA IDENTIDAD ECUATORIANA.
Como se sugirió en un inicio, Mariana de Jesús es un personaje que ha despertado mucho interés. Al día de hoy existen infinidad de escritos entre hagiografías, tesis y artículos que buscan dar cuenta de su vida y accionar;[56] atribuir una única voz para interpretar su transcurrir es contraproducente, ya que silenciaría otros puntos de vista y lo que da cariz a su historia, son las diversas opiniones que responden a un momento histórico y percepciones individuales.
En el contexto ecuatoriano (eminentemente religioso), la tendencia más generalizada cataloga a esta mujer como heroína y santa,[57] por su entrega simbólica para acabar con los males que asolaban al territorio quiteño. No obstante, existen otras posturas de tipo académico, que han buscado teorizar su vida y develar su incidencia dentro de los anales de la historia ecuatoriana.
Una primera, concibe a esta santa como un proyecto estratégico, el cual nació desde los altos mandos eclesiásticos y civiles virreinales, para consolidar la dualidad político-clerical, un plan catalogado como vanguardista en aquella época, que logró la comunión entre una vida política moderna y unas bases teológicas.[58] La táctica que ideó la Iglesia y específicamente la Orden de la Compañía de Jesús, consistió en insertar ejemplos de vida en la sociedad, como las beatas, quienes eran damas consagradas a Dios y llevaban su transcurrir fuera de un convento, es decir en la cotidianidad secular; dichos arquetipos de comportamiento, se convirtieron en resortes psicológicos y facilitaron el control de la población, de esta manera los menos crédulos aprovecharon de esa coyuntura para afianzar su poder.[59]
Otra reflexión enfatiza su importancia en la construcción de la identidad ecuatoriana, ya que el “mito” de Mariana, fue tomado por lo grupos de poder, para dotar a los pobladores, a pesar de sus diferencias étnicas, sociales y culturales de una noción simbólica de unidad nacional. [60] Tras la independencia, el nuevo estado tuvo la responsabilidad de apaciguar los tiempos convulsos que se vivieron en el proceso de emancipación, encontrar significantes emblemáticos y territoriales que provean a los ciudadanos de una esencia propia, para legitimar política y soberanamente al embrión estatal, así la conmemoración de un personaje fue una de las maneras más plausibles de lograr este cometido.[61]
En este contexto, las autoridades también determinaron dos influjos que tenían gran acervo para enmarcar un sentido identitario: el pasado precolombino y el panegírico de las tierras, haciéndose hincapié en que los territorios americanos eran vastos y ricos pero también esa riqueza conllevaba el poder destructivo de la naturaleza, un ejemplo patente son los volcanes, así la figura de la santa y en concreto su sacrificio fue la piedra angular para que los ecuatorianos se sientan protegidos de los desastres naturales.[62]
4.- CONSIDERACIONES FINALES.
Mariana de Jesús es uno de los personajes más significativos en la historiografía ecuatoriana, su vida ha sido objeto de cuantiosas investigaciones, que han querido desentrañar todo en relación a ella, ya que al carecer de un escrito de su puño y letra, la tarea consistió en analizar sus numerosas hagiografías para buscar su verdadera voz. Probablemente, nunca se logré comprender por completo la enigmática psiquis de esta mujer, pero su accionar aunque inentendible ante la mirada de la contemporaneidad, revelan su carácter determinado y altruista.
En la Azucena de Quito se entrelazan varios factores, que fecundaron el terreno para que lleve su inmolación a límites inimaginables: por un lado, el entorno jugó un rol fundamental, por el otro, la influencia de sus guías espirituales quienes eran los que le trasmitían la voluntad divina. En base a lo acotado hablar de falta de cordura se entrevé cual falacia, ya que definitivamente la época se sobrepone como el ente regulador de sus acciones, las cuales estuvieron determinadas por una manera de concebir a la religión y a los pecados absolutamente diferente a lo estilado en estos tiempos. Para finalizar, hay que destacar que su accionar fomentó a largo plazo, que sea considerada como un símbolo nacionalista, el cual fue articulado por los grupos de poder, de tal manera, que lo que se lee entre líneas, es que su sacrificio ayudó a la emancipación y salvación del Ecuador.[63]
[1] Santiago Sebastián, El barroco iberoamericano (Madrid: Encuentro, 2007), 46. [2] Miguel Querol Gavaldá, “Origen y significado de la palabra barroco”, Musiker, núm. 13 (2012), 67-68. [3] João Adolfo Hansen, “Notas sobre el barroco”, Revista de Filología, núm. 22 (2004), 113-114. [4] Ibíd. [5] Ximena Armstrong, “Sor Catalina de Jesús María Herrera: visionaria teresiana de Quito colonial del siglo XVIII” (Tesis de maestría, University of Victoria, Department of Hispanic and Italian Studies, 2012), 8. [6] Georgina Pino, “El Barroco Americano”, Revista Estudios, núm. 7 (1987) 130. [7] Ibíd., 122. [8] Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco (México: Ed. Era, 1998), 25. [9] Georgina Pino, “El Barroco Americano”, 122. [10] Carolina Larco, “Mariana de Jesús en el siglo XVII” (Tesis de maestría, Universidad Andina Simón Bolívar, Área de Estudios Latinoamericanos, 1999), 17. [11] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco” (Tesis de maestría, Universidad Andina Simón Bolívar, Área de Letras y Estudios Culturales, 2010), 9-10. [12] Georgina Pino, “El Barroco Americano”, 123. [13] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco”, 38. [14] Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, 25. [15] Ibíd., 13. [16] John Leddy Phelan, El Reino de Quito en el siglo XVII (Quito: Banco Central del Ecuador, 1995), 269. [17] En este sentido destacan los trabajos de Émile Mâle: “El arte religioso de la Contrarreforma” y “El Barroco: arte religioso del siglo XVIII: Italia, Francia, España, Flandes. [18]Celes Alonso Espinoza Rúa, “Un indio camino a los altares: santidad e influencia inquisitorial en el caso del “siervo de Dios” Nicolás de Ayllón”, Historia, núm. XXXVI (2012), 136. [19] Marie Michel Philipon, El mensaje de Teresa de Lisieux (París: Lutecia de Parisii, 1946), 37. [20] Santiago Sebastián, El barroco iberoamericano, 191. [21] Enrique Ayala Mora, Resumen de Historia del Ecuador (Quito: Corporación Editora Nacional, 2004), 136. [22] Respecto a este particular destaca la investigación que elaboró Raquel Serur Smeke intitulada Mariana de Jesús o la santidad inducida. [23] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco”, 19. [24] John Leddy Phelan, El Reino de Quito en el siglo XVII, 271. [25]Antonio García Abasolo y Rosario Pérez Alcalá, “Antonio de Morga. La visión de Filipinas de un magistrado sevillano del siglo XVI” en Andalucía y América. Actas del II Congreso de Historia de Andalucía (Córdoba: Cajasur, 1994), 65. [26] Archivo General de Indias, Exp. 23, fondo Quito, 29, núm. 61, f. 1v (1620). [27] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco”, 23. [28] Archivo General de Indias, Exp. 23, fondo Quito, 29, núm. 61, f. 1v (1620). [29] Enrique Ayala Mora, Nueva Historia del Ecuador Época colonial II (Quito: Grijalbo, 1983), 122 -123. [30] Leticia Pérez Puente, “Entre el rey y el sumo pontífice Romano. El perfil del arzobispo Juan de Mañozca y Zamora (1643-1653)” en Poder civil y catolicismo en la historia de México, siglos XVI al XIX, et al. (coords) Francisco Javier Cervantes Bello, Alicia Tecanhuey (México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades BUAP/ Instituto de Investigaciones Históricas- UNAM, 2008) 192. [31] Archivo General de Indias, Exp. 23, fondo Quito, 12, R.1, núm. 4, f. 1-1v (1634). [32] Su padre fue el toledano Jerónimo Zenel de Paredes y su madre, la quiteña de origen andaluz Mariana Granobles Jaramillo. [33] Archivo General de Indias, Exp. 23, Fondo Indiferente, núm. 431, L. 43, f. 279v (1694). [34] Aurelio Espinosa Pólit, Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús (Quito: La Prensa Católica, 1957), 20-22. [35] Es un estado intermedio entre el claustro y el mundo, para aquellos que deseando seguir los pasos del santo de Asís estuvieran impedidos por matrimonio u otros compromisos de entrar ya sea a la primera o segunda orden. [36] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco”, 53. [37] Aurelio Espinosa Pólit, Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús, 16. [38] Con seguridad Juan Camacho fue quien le incitó a buscar la santidad a través de la mortificación, ya que como miembro de la Orden Jesuita e imbuido por los preceptos de Ignacio de Loyola, debió considerar a la penitencia física uno de los caminos hacia la redención. [39] Aurelio Espinosa Pólit, Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús, 66. [40] Raquel Serur, “Santa Mariana de Quito o la santidad inducida”, Nariz del Diablo, núm. 22 (1994), 75. [41] Susan Rocha Ramírez, “Los imaginarios sociales sobre el infierno en la pintura de Hernando de la Cruz, 1629” (Tesis de maestría, Universidad Andina Simón Bolívar, Área de Historia, 2013).4. [42] Vera effigies significa la verdadera imagen y según la tradición oral lo pintó Hernando de la Cruz en el lecho de muerte de Mariana. En la actualidad este lienzo yace en el Museo del Carmen Alto, que en antaño fue la vivienda de Mariana de Jesús. [43] Biografías exclusivamente de santos. [44] Práctica ascética y de una férrea disciplina voluntarista encaminada a buscar la propia perfección y santidad mediante renuncias y disciplinas corporales y cultivando la virtud en continua mortificación. [45] Enrique Ayala Mora, Nueva Historia del Ecuador Época colonial II, 122-123. [46] Enrique Villacís Terán, Santa Mariana de Quito (Quito: Librería Espiritual, 1995), 156-157. [47]José Antonio Maravall, La cultura del barroco (Barcelona: Planeta, 2012), 268. [48] Aurelio Espinosa Pólit, Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús, 35. [49] Ibíd., 290. [50] Enrique Villacís Terán, Santa Mariana de Quito, 154. [51] Raquel Serur, “Santa Mariana de Quito o la santidad inducida”, 147. [52] Carolina Larco, “Mariana de Jesús en el siglo XVII”, 45. [53] Enrique Villacís Terán, Santa Mariana de Quito, 246-247. [54] Enrique Villacís Terán, Santa Mariana de Quito, 247. [55] Aurelio Espinosa Pólit, Santa Mariana de Jesús, hija de la Compañía de Jesús, 315. [56] Varios personajes entre laicos y seculares escribieron hagiografías sobre la santa: Jacinto de Morán y Butrón, Augusto Bruchez, Aurelio Espinosa Pólit, Enrique Villacís Terán, entre otros. Además, existen estudios académicos, por citar los más conocidos están: Carolina Larco, Valeria Gordillo, Raquel Serur, Natividad Guitiérrez, Luis Carrera Núñez, entre otros. [57] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco”, 101. [58] Raquel Serur, “Santa Mariana de Quito o la santidad inducida”, 133-135. [59] Valeria Gordillo, “Mariana de Jesús entre los caminos sagrados y profanos del cuerpo barroco”, 11. [60] Natividad Gutiérrez Chong, “La construcción del heroísmo de Mariana de Jesús: Identidad nacional y sufrimiento colectivo”, ÍCONOS, núm. 37 (2010), 153. [61] Jan Marc Rottenbacher de Rojas, “Identidad nacional y la valoración de la historia de una muestra de profesores de escuelas públicas de Lima metropolitana”, Liberabit, vol. 15, núm. 2 (2009), 80. [62] Natividad Gutiérrez Chong, “La construcción del heroísmo de Mariana de Jesús: Identidad nacional y sufrimiento colectivo”, 156. [63] Natividad Gutiérrez Chong, “La construcción del heroísmo de Mariana de Jesús: Identidad nacional y sufrimiento colectivo”, 156.
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