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La Iglesia de la Compañía de Jesús de Cuenca: el gran templo colonial desvanecido en el tiempo

“Sus templos no tienen alguna importancia arquitectónica, si se esceptúa el antiguo de los Jesuitas que es sobresaliente….”


Las iglesias cuencanas por el Doctor Juan Bautista Guim en 1857.


Plano de Cuenca de 1729 hecho por Manuel Núñez de la Cruz, donde se observa la antigua iglesia de La Compañía de Jesús.

Tomado del libro Planos e imágenes de Cuenca, Fundación El Barranco-Ilustre Municipalidad de Cuenca, 2008, p. 89.



Muchas ciudades poseen edificaciones catalogadas como baluartes por ser muestra representativa del ingenio y la pericia humana; no obstante, parte de dicho acervo arquitectónico desapareció, ya sea por causa de guerras, desastres naturales o carencia de conciencia en torno a la importancia de su preservación.

En Cuenca ocurrió un hecho análogo ya que a finales del decimonónico se demolió la iglesia de los jesuitas, que según los relatos fue la más sobresaliente de época virreinal; esta decisión fomentó su olvido de la memoria colectiva de la mayor parte de ciudadanos. Sin embargo, en los últimos años se han aunado esfuerzos para reconstruir su historia con miras a evocarla en las nuevas generaciones.




Llegada de la Compañía de Jesús a Cuenca


La intención de los jesuitas de establecerse en Cuenca tiene sus albores en 1611; no obstante, esta empresa no se concretó de inmediato debido a la oposición de las otras órdenes que estaban aquí desde hacía tiempo atrás y sólo se hizo efectiva hasta 1637 con la intervención del burgalés Cristóbal de Acuña y el popayanejo Francisco de Figueroa.


Respecto del primer personaje se debe acotar que acompañó al General portugués Pedro de Texeira en la exploración del río Amazonas donde pudo hacer observaciones geográficas, climatológicas y antropológicas, las que plasmó en un libro catalogado como el primero en su género. Además, esta acción le valió ser considerado como uno de los re-descubridores de este cauce fluvial y condecorado póstumamente como Héroe Nacional del Ecuador.



Portada del libro “Nuevo descubrimiento del gran río Amazonas” obra de Cristóbal de Acuña fundador de la Orden Jesuita en Cuenca.




La iglesia y la Orden Jesuita: arquitectura, apogeo y ocaso en el contexto social cuencano


La llegada de los jesuitas a Cuenca condujo al establecimiento de un colegio y una iglesia; respecto de esta última, las diversas fuentes primarias sugieren que se construyó en fases y las crónicas encomian su monumentalidad, como la del proto historiador Juan de Velasco en 1789: “…toda de distintas bóvedas redondas, aunque de arquitectura antigua, es la mejor de todas”. Otras refieren a su materialidad, como la del geógrafo Manuel Villavicencio: “…de cal y ladrillo, con una hermosa pila bautismal de dos piezas de mármol muy pulimentado, sacado del Tarqui.”

Además, los testamentos de seglares enterrados en este templo o que tuvieron nexos con la Orden Jesuita consintieron analizar ciertos aspectos socioculturales en Cuenca durante la etapa virreinal como los rituales funerarios, orígenes y ralea de los pobladores: por ejemplo, en 1676 Francisco de Castro y Andrade pidió ser amortajado con el hábito de los Dominicos, trasladado a su sepultura con cruz alta y doble de campanas e inhumado en la capilla mayor del templo ignaciano. Por otro lado, en la última voluntad de Joseph García de Bahamonde fechada en 1704 se evidenció su origen hispánico y el considerable patrimonio que poseyó consistente en seis mil patacones, cantidad que equivalía a tres casas en las inmediaciones del parque Calderón cada una con patio, traspatio y huerta. Para la indagación de estos documentos se contó con la valiosa aportación de la investigadora Deborah Truhan, quien facilitó los números de legajos donde reposaba dicha información.

En las postreras décadas del siglo XIX el obispo Miguel León Garrido lideró un proyecto para construir una nueva catedral y estipuló que el lugar más apto para dar forma a esta empresa, era parte del predio que perteneció a los Jesuitas y que dentro de sus límites albergaba la iglesia de esta Congregación, la cual estaba en desuso y estado ruinoso. Así fue como se erigió el santuario en honor a la Inmaculada Concepción y se eliminó parcialmente del recuerdo de los cuencanos la presencia del templo de los ignacianos.

Recuperar la memoria de la antigua iglesia de La Compañía de Jesús


En 2011 un grupo multidisciplinario elaboró un estudio para intervenir el seminario San Luis y la calle Santa Ana, esta última contigua a la Catedral Nueva y considerada por la historiografía morlaca como la arteria vial más antigua de la ciudad. Tomando como base dicha investigación, en 2016 se empezó la recuperación de los mencionados espacios y se eliminaron todos los elementos que carecían de importancia histórica, pero estas acciones reactivaron el debate en torno al templo jesuita, por lo que en cooperación con la Unidad de Arqueología del Departamento de Investigación de la Dirección de Áreas Históricas y Patrimoniales del Cabildo se planteó develar los misterios de este emplazamiento.



Durante las prospecciones arqueológicas se encontraron pisos de ladrillo de tipo panelón y hexagonales, restos óseos y una herramienta milenaria que era usada por los pueblos precolombinos para modelar la arcilla llamada huactana. Sin embargo, los vestigios descubiertos aún no se han socializado y la reconstrucción histórica de la iglesia está en fase de ejecución; lo acotado genera la necesidad de plantearse en un futuro, algún tipo de dispositivo de difusión, como un centro interpretativo que consienta exhibir las ruinas y mostrar el legado de la Compañía de Jesús en la capital azuaya, que yace en dos puntos en concreto: primeramente, la presencia de Cristóbal de Acuña como su fundador, quien pasó a los anales históricos como precursor de las indagaciones en la cuenca hidrográfica del Amazonas y en segundo lugar la existencia de la magnífica iglesia, que durante más de dos siglos formó parte intrínseca de la cotidianeidad e influyó con seguridad en el desarrollo de la sociedad marcando un punto de inflexión en el transcurrir de la urbe.




Catedral Nueva de Cuenca, archivo personal, 2016.


 
 
 

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